Han transcurrido doce largos meses para las asambleas. Ha habido movilizaciones, acciones, eventos de diversa índole. A la hora del recuento puede resultar insignificante o de una magnitud enorme lo que se ha hecho.
Creo que el recuento no es importante, que coloca a las asambleas en una lógica contable del debe y el haber que no tiene sentido. Las asambleas se debaten entre la urgencia por intentar dar soluciones y respuestas políticas (en un sentido tal vez tradicional) ante el retiro del Estado y el autismo de la clase política, y el reconocimiento de que es en el modo de reinventar los vínculos en donde se está efectuando una transformación de la propia vida. Independientemente de cual sea el camino que recorran las asambleas, se puede decir que la experiencia asamblearia ya ha dejado huella en la posibilidad de despliegue de nuevas experiencias de la política, en nuevos modos de relación y acción basados en la horizontalidad y el respeto a la diferencia, en oposición al individualismo y a las relaciones jerárquicas y centralizadas.