En tiempos de crisis como la que afecta a la Argentina de nuestros días, la mirada de amplios sectores de la población se referencia en la historia nacional. Más precisamente en los hombres que forjaron la Nación o en períodos en los que el país se encontraba (o se cree que se encontraba) en mejores condiciones que las actuales.
Efectivamente, no ha sido casual la cobertura que los medios de comunicación, sobre todo los escritos, han prestado en los últimos años a nuevos aniversarios de la Revolución de Mayo y de la Declaración de la Independencia Nacional, o al positivo y unánime recuerdo del legado dejado por José de San Martín o Manuel Belgrano. Con menos unanimidad, aunque con apreciable consenso, sucede algo parecido con Juan Manuel de Rosas por su defensa de la soberanía nacional o con Domingo Faustino Sarmiento por su ingente labor en el ámbito educativo.
Lo cierto es que en momentos difíciles las sociedades resaltan aquello de que "en esa otra época estábamos mejor", que puede ser válido para ciertos períodos históricos: por ejemplo el de acceso a la participación política ampliada, o de ascenso social para vastos sectores populares, pero no para épocas de fraudes electorales o de dictaduras militares. Ha contribuido a esta visión edulcorada del pasado el hecho de que en la actualidad no parece vislumbrarse en el horizonte un proyecto de Nación, esto es, una construcción política y social que se prolongue en el tiempo y en la cual los habitantes se identifiquen y obtengan resultados palpables y positivos, tanto para sí como para sus descendientes.