Cuando los prejuicios, las modas del pensamiento, las frases hechas o simplemente las percepciones dominantes cubren con un manto de sospecha todas las perspectivas alternativas, es que nos encontramos frente a épocas de oscurantismo y de derrota del pensamiento.
Este ha sido el caso de los últimos años. El neoliberalismo, basado en axiomas metafísicos, incapaces de ser contrastados empíricamente o contraargumentados lógicamente, ha impuesto no sólo un rumbo, una política, sino algo mucho más estratégico: una forma de percibir la realidad y una cosmovisión reducida a la lógica del -aparentemente- neutral y beneficioso "mercado". Se ha instaurado un pensamiento único que todavía arrastra sus estelas discursivas y sus herencias y heridas sociales ejemplificadas en columnas de cartoneros sórdidos, orgullosos y dolientes recorriendo las veredas de las ciudades Preguntarse, hoy, rodeados de desesperanza, impulsividad y desengaños primermundistas, qué significa un proyecto nacional supone advertir que siempre hay proyecto de país. Que el resultado de los discursos lleva, arrastra y condiciona esos proyectos. Que la suma de las decisiones políticas, socíales, económicas, culturales, etc., establecen los marcos de referencia de todo proyecto.