Los medios, los periodistas y los políticos se ocupan de la salud, no todos claro, de una manera marginal. De hecho, casi nunca figura en las agendas de las campañas políticas. Tal es así que la Argentina tiene a pesar de asignar muchos recursos (en 2017 los gastos en salud ascendían a 9.7% del producto interno) un sistema totalmente fragmentado y desde la vuelta a la democracia, en 1983, los indicadores empeoraron. El ministerio de Salud no tiene poder. Por eso resulta falaz la pelea discursiva sobre la importancia de que se llame Ministerio o Secretaría, porque más allá de la cuestión semántica, el Ministerio de la Salud nacional es una agencia sin poder al no tener bajo su órbita ni al PAMI ni a la Superintendencia de Salud. No podemos negar el esfuerzo del Estado nacional para enfrentar la pandemia, pero habrá que modificar el escenario descrito de alguna forma.
Esta constelación de inequidades puede ser oportuna para entender el comportamiento y el enfrentamiento de los discursos contradictorios del espacio público, en términos de Wolton (1994).