Para comprender el alcance de este trabajo es necesario recuperar el concepto de utopía, entendiendo esta idea no como algo ingenuamente imposible, sino como el ideal que guía y motoriza la acción proyectada hacia el futuro. Frente a la distopía del individualismo, el cinismo, y la insolidaridad actuales, entendemos que “la utopía constituye un necesario elemento dinamizador de la realidad social y educativa, que convierte la marcha hacia el futuro en un verdadero compromiso con el presente. Un compromiso que ha de implicar la esperanza de transformar el hombre de hoy en el hombre más pleno del porvenir”.
Este trabajo tiene sus cimientos en el campo de la comunicación y la cultura, en tanto éste es el marco de la contínua emergencia de significaciones, lugar donde se puede dar cotidianamente el sentido social de la experiencia. Sin adentrarnos demasiado en corrientes psicológicas o filosóficas de la tradición humanística occidental, entendemos al yo como el conjunto de identificaciones históricas de un sujeto, y al ego como a la idea de auto existencia y solidez de ese yo.
Fue un camino laberíntico, en el que se afrontaron algunas complejidades al momento de condensar categorías y sentidos heterodoxos, en general agrupados en diferentes órdenes del conocimiento. Para esa tarea recorrimos matrices culturales y filosóficas diferentes que exceden los límites de la compartimentación disciplinar moderna. Nos encontramos con creencias y filosofías milenarias y con lineamientos y saberes contemporáneos que impulsaron una expansión de la conciencia y una apertura a entender los fenómenos desde una interdependencia cósmica.