El presente artículo forma parte de una línea de investigación dedicada, desde hace prácticamente dos décadas, a examinar el comportamiento de los medios gráficos como “actores políticos” (Borrat, 1989) en el golpe de 1976 y la última dictadura cívico-militar en la Argentina. Al respecto, hemos podido corroborar que Clarín formó parte de la “construcción periodística del golpe de 1976” (Díaz, 2002) mediante la estrategia del “silencio editorial” (Díaz, Passaro, 2002).
A partir de allí, el matutino dirigido por Ernestina Herrera de Noble desandaría un camino que lo convertiría, junto a La Nación y La Razón en socio del Estado terrorista en la empresa Papel Prensa S.A. (Díaz, Giménez, Passaro, 2008). De forma tal que asumió una doble sociedad, ideológica y económica, en virtud de la cual justificó la supresión de derechos y garantías, la veda política y sindical mediante el ejercicio del “periodismo hermesiano” (Díaz, 2011).
Durante 1982, los cambios en la conducción del matutino, así como también los producidos por el conflicto en el Atlántico Sur, darían lugar a la modificación de su estilo discursivo, decisión que reafirmó en el comienzo de la transición hacia la democracia (Díaz, Giménez, 2016b) y se prolongará hasta el final de la misma. Para analizar las notas utilizamos la tipología sugerida por R. Rivadeneira Prada (1986: 227-229) quien reconoce siete estilos: predictivo, admonitorio, apologético, explicativo, expositivo, combativo y crítico. Además consideramos los recursos empleados en los enunciados: los enlaces positivos, los pares antagónicos (Maingueneau, 1989: 65-67); el principio de autoridad, el recurso de concesión y la ironía (Ducrot, 1989: 140).