Una Institución Universitaria establece su identidad mediante la fijación de objetivos permanentes que se basan en las circunstancias y en la orientación que en su momento le dieron origen, quedando expresados en la documentación que sustenta su existencia. Y esos objetivos, en la generalidad de los casos, le asignan roles fundamentales a la creación, la preservación y la transmisión de la cultura universal, poniendo especial énfasis en alguno o algunos de ellos, según el caso.
Para concretar esa misión se vale generalmente de tres actividades que resultan abarcativas del concepto mismo de Universidad: el ejercicio de la docencia en todos sus niveles, el desarrollo de programas de investigación científica y tecnológica y de innovación, y la concreción de actividades de extensión universitaria.
Trataremos entonces de profundizar acerca de la tercera herramienta mencionada: la Extensión Universitaria, que en algunos países de Europa y en Estados Unidos se usa frecuentemente con una concepción más estrecha, referida a la educación de adultos o a la educación contínua. En Latinoamérica en cambio, especialmente en las Universidades Estatales, se le ha dado un sentido amplio, abarcativo de toda la actividad universitaria, tanto de carácter social y cultural, como académico, científico y tecnológico, dirigido a la sociedad en general o a sectores particulares de ella.