Antes de empezar, séase permitido una aclaración personal. No negaré mi simpatía por el tono de las meditaciones de Epicuro. De no ser así, no me hubiese ocupado de él. He sentido una imperiosa necesidad espiritual de comprender vivamente su punto de vista. Para ello, tuve que retraer la teoría, al alma que por ella se expresa, y en la cual, esa teoría tiene su plena explicación y sentido. Ensayando adoptar su actitud, he tratado de colocar sus meditaciones morales en el «ambiente» espiritual en que florecieron. Cuando algo me ha parecido desarticulado, he tratado de reincorporarlo al todo con un pedazo de mi vida; pero esto siempre desde el punto de vista de Epicuro y no del mío. Por estas razoues, el calor de algunos pasajes, no ha de mirarse como una adhesión de lo mío a lo suyo. El rigor, pues, no hay en él nada mío ; no hay ninguna pretensión de defensa o de crítica: es una mera exposición, tal como me parece debe hacerse toda historia de pensamientos, es decir «actualizándolos». Las reacciones críticas vendrán oportunamente.