Basta hojear un texto de historia colonial, o repasar ligeramente documentos de la época, para darse cuenta de la gran importancia, no tan sólo privada sino también pública, de la religión en la Argentina hacia fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX. Esta religión no era, por supuesto, otra que la católica, transportada de España desde la iniciación de la Colonia, y que seguía siendo poco menos que idéntica a la de esa nación, gracias a los sacerdotes, casi siempre provistos por ella.