Basta hojear el libro de Laumonier sobre Ronsard para entrever la delicada influencia de la Antología griega en la Pléyade. En España el afloramiento de este venero de imágenes y de modos, fue menos brillante. En su mayoría, los poetas castellanos de los siglos XVI y XVII, iban por otros rumbos, y recogieron únicamente de los epigramistas lo moral y lo trágico. La Antología griega, o mejor dicho, la de Planudo, la sola conocida entonces, mina inagotable de asuntos, de rara erudición, de refinamientos de arte, carecía del poder de atracción de las otras grandes obras griegas y de los autores latinos e italianos. Debió de ser leída por eruditos en las numerosas ediciones del siglo XVI. En España fue eclipsada por el español Marcial. Si comparamos los epigramas de los satíricos latinos — tan imitados por los españoles —, con los de la Antología, hallaremos la línea diferencial de la agudeza con la gracia.