El centenario que se celebra posee la verdad elástica de un símbolo. El año 1830 es un hito que señala la razón para no perdernos en las brumas sentimentales y en los chispazos inteligibles de una época más rica en efusiones que en teorías. Tratemos de percibir la atmósfera mediata e inmediata que penetra dicho símbolo cronológico y el contraste de las ideas que se anudan y se cortan en el panorama de nuestra historia romántica, hasta el punto de crear, por veces, un huero cañamazo con hilaza de la filosofía dieciochesca. Acaso en la resonancia lírica del poeta o en la simple pragmática del gobernante nos llegue algún claro eco.