Esta es una historia de hadas. Ya no las había en Inglaterra, indudablemente, pues no consta en registro alguno de aquellos primeros años del reinado de Jorge II el impuesto que hubiera correspondido al gremio. Pero, a pesar de esa prueba adversa y del descrédito que pesa injustamente sobre tan leves intercesoras, muchos somos todavía los que nos atreveríamos a jurar que las hadas se congregan, ahora como antaño, a la cabecera de las parturientas, y que son ellas quienes primero besan la frente de los recién nacidos. Y esta historia podría comenzar reuniendo a un terceto de invisibles presencias junto al lecho de Ana Donne, esposa del reverendo John Cowper, en Great Berkhampstead, condado de Hertford, el día 26 de noviembre de 1731.