No sigue hoy la novela un solo rumbo exclusivo. Conviven, en efecto, con rezagos, muy pocos, de escuelas que fueron ya de postrimerías, en el siglo diez y nueve, los vástagos demasiado abundantes, quizá, de los creadores de la moderna reseña de aventuras. Y no se olvide la pululación de las fábulas detectivescas, obra de esquilmadores, más o menos descoloridos, del Poe de las “Historias Extraordinarias”. Juntamente con dichas hileras eslabónanse las que anudan los adeptos a la narración fantástica, sustentada en hipótesis científica, a veces irradiante en el ámbito de la posibilidad psicológica o social. Sólo faltaría recordar los artesanos y ocasionalmente artífices del relato erótico, arrimado a las doctrinas de Freud y a los cultivadores de la novela cosmopolita. Tendríanse, así, señalados casi todos los aspectos de la especie literaria en su nerviosa actualidad.