Durante muchas décadas en América Latina, cuando se trataba de vincular al arte con la política, la representación artística estuvo en jaque. El temor a que la experimentación formal devorara los aspectos temáticos de una obra azotó los marcos del quehacer artístico y generó tensiones a la hora de poner el arte al servicio de denuncias sociales, fundamentalmente, de aquellas que se anclaban en tiempos de dictaduras militares. Se trataba, por todos los medios, de que la forma no traicionara al contenido. Aunque el concepto de representación no refiere simplemente a lo que está ausente –porque, de hecho, toda representación alude a algo que no está presente–, el conflicto surge cuando se intenta hacer aparecer lo que debe permanecer oculto o desaparecido, como ocurrió durante la última y sangrienta dictadura cívico-militar argentina. (Párrafo extraído del texto a modo de resumen)