En las primeras décadas del siglo XX la Educación Física escolar y la ‘cultura física’ en general (gimnasias, ejercicios físicos activos, juegos, sports, rondas escolares, excursiones, paseos, colonias de vacaciones, escuelas para niños débiles, etc.) formaron parte de los temas tratados y problematizados por la agenda educativa del Estado. Tanto las escuelas primarias, como los colegios nacionales y las escuelas normales incorporaron tempranamente en sus currículos a la “gimnástica” y a los “ejercicios físicos”, en un contexto donde el higienismo reinante marcó los rumbos pedagógicos (Puiggrós, 1990, 1996; Di Liscia, 2004; Sánchez, 2007). Poco a poco el Instituto Nacional de Educación Física (INEF), primer centro civil de formación de profesores en la especialidad, se convirtió, en las primeras tres o cuatro décadas del siglo XX, en la voz autorizada sobre todo lo referente a la ‘cultura física’, incluida la ‘cuestión femenina’. De hecho, más de un 80% de los egresados/as fueron mujeres, contribuyendo con ello al proceso de feminización y feminilización de la docencia en ciertos niveles como el primario o el normal (Yannoulas, 1996; Morgade, 1997; Lionetti, 2007). En este contexto, reconocidas feministas como Elvira Rawson de Dellepiane, Cecilia Grierson o Julieta Lanteri se pronunciaron sobre tal cuestión. Lo mismo sucedió con feministas provenientes del propio campo de la Educación Física como Agustina Maraval, egresada del primer centro civil de Educación Física creado en 1906 (INEF), o como Ana Montalvo, ambas participantes en el Primer Congreso Femenino Internacional realizado en 1910. Teniendo en cuenta ello, el presente artículo analizará las prácticas, los saberes y los discursos puestos en circulación por dichas mujeres en relación a la Educación Física y a la cultura física y su conceptualización sobre la feminidad, así como las resistencias y los cuestionamientos al orden corporal femenino más tradicional y conservador.