El tango y el folclore, expresiones populares legítimas, son considerados los sobrevivientes –así como también lo fue el propio pueblo argentino– de la violencia ejercida por el Estado durante la dictadura cívico-militar. La historia del golpismo en la Argentina tiene larga data, pero desde la autoproclamada Revolución Libertadora hasta el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional, el ejercicio de facto del poder del Estado estableció una política sistemática de opresión, de manipulación, de apropiación y de aniquilación de las expresiones populares y de su simbología. Entre ellas, la música popular fue atacada, silenciada, tergiversada y reprimida. Como contrapartida, la supervivencia de este género quedó librada, entonces, a la resistencia que tanto sus exponentes como sus cultores ejercieron –asumiendo, en algunos casos, hasta el riesgo de perder la propia vida– ante la dictadura reinante.