El trabajo se propone analizar algunos aspectos generales de la poética de Gabriela Cabezón Cámara (Buenos Aires, 1968) a partir de los aportes de Roland Barthes, fundamentalmente de la noción de “texto terrorista” sugerida en Sade, Fourier y Loyola. La literatura de Cabezón Cámara, lejos de intentar construir una representación verosímil de lo social, trabaja las tensiones entre representación y des-realización, entre lo figurativo y la desfiguración. Pareciera que su apuesta es vincular literatura y política, tal como sugiere Barthes (1978, 1997), a partir del cese de la imitación, o al menos de su puesta en crisis, reconociendo que la potencia del arte no pasa por representar las injusticias del mundo a través del lenguaje referencial, ni por hacer de lo social mensaje de una expresión o tema de una opinión, sino por la escritura entendida como “insistencia” y “exceso”. En este sentido su escritura se vuelve “terrorista”, fundamentalmente en dos aspectos centrales de su poética: en primer lugar, porque la intervención social de sus textos se mide por la violencia de un lenguaje capaz de transgredir las leyes que la ideología se inventa para perpetuarse; y, en segundo lugar, porque allí la subjetividad aparece, no para volverse sólida e identificable, sino para montar su dispersión, devenir siempre nueva y cambiante bajo el impulso de una transformación que nunca cesa.