La observación de la vida interior, la introspección, es deporte fundamental para quien desee hacer algo de cierta consistencia en materia literaria. Observar el mundo externo es andar medio camino. Observar el mundo interno es andar el otro medio. Hay, pues, que aprender a conjugar desde temprano el nuevo verbo “adentrarse”. Al hablar de vida interior nos referimos a la vida afectiva iluminada por la conciencia, no a los estados neutros del espíritu a que aludimos más adelante.