La muerte fetal intrauterina es un evento devastador, tanto para la familia como para el equipo médico. Es un momento muy amargo que nos descoloca y nos pone en una realidad no esperada. Para la familia, especialmente para la madre, la muerte de un hijo provoca un enorme sentimiento de pérdida y muchas veces de culpabilidad. Más importante aún, es un evento tan calamitoso que tiene un impacto psicológico enorme, poniendo a prueba la relación médico-paciente y entre familiares, además de aquellas establecidas entre usuarios-clientes con proveedores y prestadores de salud. Para el médico constituye un gran desafío el explicar el evento adverso actual y prevenir uno futuro.