En un arranque de entusiasmo y admiración, Anatole France exclama: “¡Oh dulce y gran Racine, el mejor, el más querido de los poetas! Sólo tú has puesto en escena verdaderas mujeres. ¿Qué son las mujeres de Sófocles y de Shakespeare junto a las que tú has animado? Muñecas. Sólo las tuyas tienen sentidos y ese calor íntimo que llamamos alma. Sólo las tuyas aman y desean; las otras hablan". Racine es un hábil pintor del corazón femenino. En sus tragedias los hombres palidecen junto a las brillantes heroínas. La mayoría de sus obras lleva por título un nombre de mujer y las demás bien podrían llevarlo. Agripina en Britannicus, Roxana en Bajazet, Monima en Mitliridate no son menos admirables que Andrómaca, Ifigenia, Berenice, Fedra, Esther y Atalía. Son mujeres movidas por la pasión, desgarradas por la Jucha de sus encontrados sentimientos. Ellas constituyen el resorte de sus tragedias, cautivan el jnterés del lector y del espectador, hablan a su corazón y despiertan su compasión.