Los pueblos turcos en su patria del Asia Central, antes de su penetración en el mundo islámico, poseían una literatura oral, sencilla, vigorosa como la naturaleza en que se inspiraba, dulce y bella como el amor puro de esa raza viril; entusiasta, sonora cuando cantaba los altos hechos de armas de sus guerreros. Siempre encontró eco en el corazón del pueblo y de los reyes y jefes que vivían en contacto con aquél, ya que así lo imponían las migraciones, las guerras. Rimadas por el viento, el correr de las aguas, o el entrevero de la batalla y las cargas de caballería, o el chirriar de los ejes de miles de carretas en movimiento hacia tierras mejores, nacieron las primitivas poesías turcas que inspiraban también la blancura e inclemencia del invierno, la primavera y el maravilloso despertar de la naturaleza y el amor.