Las personas con discapacidad deben poder acceder a los mismos lugares y disfrutar de las mismas prestaciones que el resto de las personas. Pero no siempre es así, en parte por los obstáculos que entorpecen su acceso a servicios que son derechos, como la salud, la educación, el empleo, el transporte, la información. En ello inciden todo tipo de barreras que deben eliminarse cualquiera sea su forma. Las más obvias son las arquitectónicas, que en ocasiones se tornan insalvables. La mujer con discapacidad sufre lo que puede llamarse doble discriminación, pues la interacción entre género y discapacidad suele posicionarla en una situación de desigualdad en cuanto al hombre con esa misma condición. Y doblemente ante personas sin discapacidad, en una sociedad aún patriarcal.