Una de las muchas tentativas hechas para determinar la esencia del hecho religioso señaló, partiendo de la famosa definición de Schleiermacher, que la religión es “un comercio, una relación consciente y consentida en la cual el alma entra en duelo con el poder misterioso de que ella siéntese depender, así como su destino". Y este comercio con Dios se realizaría por medio de la plegaria.
Sin entrar a discutir la exactitud ni el valor de esta concepción, nos interesa destacarla porque ella puede ilustrar y justificar nuestro propósito. Distintas investigaciones, meramente psicológicas o estrictamente filosóficas han coincidido en sostener que la plegaria es esencial al hecho religioso; es decir, que distingue al hecho religioso del moral, del estético, del lógico; que su ausencia determina inmediatamente la ausencia del hecho religioso: la religión es “versión orante hacia lo divino".