Podemos advertir, dentro de la problemática filosófica contemporánea, la renovada y especial atención de que son objeto dos cuestiones de tradicional importancia especulativa: la de la relación existente entre filosofía y ciencia, y la del carácter científico de la filosofía, o sea su posibilidad de constituirse en ciencia rigurosa. La primera tiene su origen en la radical revisión de planteos que hoy afecta juntamente a todas las ciencias positivas de la naturaleza; y, necesario es reconocerlo, a la filosofía existencialista cabe, mejor que a ninguna otra, el mérito de haber sabido hacerse cargo de la aludida situación. Preocupada por establecer el significado último de esta crisis, ha iniciado un acercamiento más comprensivo de la filosofía hacia la ciencia, fruto del cual es la siguiente conclusión altamente reivindicatoría del saber científico: que sobre la base de las más recientes orientaciones científicas y como un resultado lógico de las mismas, recobran las ciencias su lugar natural frente a la filosofía, se instalan en un plano ontológico común, como filosofías especiales.