La Amazonia actual es producto de la profundización de largos procesos de globalización que comenzaron en el siglo XVI y que aún no terminan, y que, de hecho, se complejizan para intentar vincularla al circuito global de producción y comercio de su diversidad biológica, hoy presente en los discursos sobre su conservación o explotación. Al variado y conflictivo tejido actoral que aquí fue reconstruido, se suman en los últimos años las grandes transnacionales, y las poderosas ONG ambientalistas. Todos ellos, con la participación de los gobiernos, son responsables de la división y gestión de la Amazonia en bloques petroleros, concesiones forestales, concesiones mineras, gigantescas extensiones en producción de agrocombustibles e incluso empresas del turismo.
A su vez, la Amazonia es hoy por hoy, escenario de megaproyectos de infraestructura vial y de transporte como la Iniciativa para la Integración Regional Suramericana (IIRSA) para integrar la región y crear las condiciones para la extracción y transporte de materias primas y productos hacia los mercados externos, además de proyectos de explotación de hidrocarburos, áreas para concesiones forestales y zonas para la extracción de recursos mineros. En este contexto, el aspecto social, tal como fue a lo largo de todo el proceso, sigue siendo conflictivo.
Grupos nativos, actualmente son protagonistas de grandes tensiones y conflictos con emprendimientos ganaderos, agronegocios, madereras, petroleras, mineras, narcotraficantes, carreteras, hidroeléctricas, hidrovías, etc.