Hemos sostenido que no somos bárbaros por ser agrícolas; quizá lo fuéramos —y mucho más— si dejáramos de serlo. Nuestro sino está predeterminado por las condiciones naturales, suelo y clima, que nos hacen aptos para el hacer agrícola. Y no podía ser de otro modo: vivimos y viviremos siempre del trabajo rural. La civilización puso el pie, aquí, cuando Mendoza fundara la Santa María del Buen Aire. Pero paradójicamente nuestro proceso cultural tiene más antiguas raíces, parte de la prehistoria —nuestra prehistoria indígena— cuando se enterrara la simiente para cultivar el maíz. Alguna vez se revelará esa historia agraria, nuestra por americana y campesina, y se enseñará geografía rural argentina. Nuestra barbarie no está en el practicar ese artesanado biológico que es cultivar la tierra... Nuestra barbarie radica en el atraso técnico y en el abandono social de nuestra campaña.