Lo ocurrido durante el período 1976-1983 nos obliga a repensar el rol que los medios deben desempeñar con relación a la verdad. Si existe una ética periodística, o si queremos construirla, es necesario que ella tenga como premisa básica un compromiso con la sociedad que vaya más allá del ideario político que sustente el medio. La denuncia permanente de todo intento de ocultamiento, manipulación o falsificación de la realidad que el poder intente llevar a cabo, debe ser uno de los pilares sobre los que se asiente éticamente el oficio de informar.