Según el diccionario de la RAE (2001), improvisar es “hacer una cosa de pronto; sin estudio ni preparación alguna”. Entendemos, entonces, que improvisar en música es producir un enunciado musical espontáneo, sin que, necesariamente, exista premeditación ni planificación de la acción a realizar.
Como proceso psicológico, la improvisación se define en relación con el conocimiento que se tiene de base y con el referente con el que opera el individuo al momento de improvisar (Pressing 1988, 2004). El conocimiento de base se compone de materiales musicales que el sujeto adquiere gracias a la práctica sistematizada y el referente está dado por las características del contexto musical. Por su parte, la teoría computacional de Johnson Laird (1991) propone que la improvisación se basa en la combinación y selección de elementos conocidos, bajo la utilización de un conjunto de criterios posibles en cada performance. Una mirada filosófica del término en cuestión (Nachmanovitch, 1990) remite al proceso y explica que en el mismo participan un conjunto de fuentes tales como la inspiración, la creatividad, el vehículo; todas convocadas en un mismo fluir del tiempo por una mente que juega. El concepto de juego aquí alcanza la libre especulación y utilización de materiales; remite no a lo que hacemos sino a cómo lo hacemos, es “espíritu de exploración y libertad, hacer y ser por puro placer” (Nachmanovitch, 1990). Es posible vincular la idea de disponer del conjunto de todas estas fuentes con la noción de base de conocimiento que mencionamos anteriormente. Asimismo, esta perspectiva involucra los frutos de la improvisación, los que son tomados como el resultado, e indica la existencia del significado como producto. Más allá de las características del proceso y del producto improvisatorio, es importante destacar el alto grado de conocimiento de la situación que, según Blum (2004), poseen los improvisadores, lo que se vincula, por un lado, con lo que se considera preexistente, como requisito previo del improvisador y, por el otro, con el nivel de previsibilidad y de operatividad que ello le permite. En el campo de la musicología el término improvisación alude a las particularidades de la creación musical durante el transcurso de una performance (Nettl y Russell, 1998). Desde ese punto de vista, la improvisación es abordada como una particularidad de la ejecución pero que abarca, también, la incidencia de los contextos musicales, sociales y culturales, y de cómo estos repercuten en la categorización de una práctica cuya actividad central es la improvisación. En suma, la improvisación musical parecería ser un modo particular de hacer música, porque requiere, básicamente, de conocimientos previos específicos, de cierto dominio instrumental y de la destreza improvisatoria. Es importante resaltar que la mayoría de los músicos improvisan, básicamente, sobre obras compuestas. Por lo tanto, muchas restricciones quedan delimitadas por la obra sobre la que se improvisa.