Tradicionalmente, el vacío ha sido interpretado en las Artes Visuales como territorio pasible de ser ocupado por la forma. Ha sido relegado a rendirse ante el poder de las eventuales significancias y sentidos que puede disparar el objeto representacional. El vacío, sin norte ni direcciones de ninguna clase, pareciera ser relegado a materializarse en espacio plástico, continente de la forma, contenido por los límites del soporte, y reino de distintas configuraciones y relaciones; pareciera rendirse en esa mutación, al dominio de las tensiones, y a ser protagonista secundario, fondo perforado por la forma.
En el presente trabajo pretendemos reivindicar la fuerza (aunque desde la ciencia resulte paradójico) del vacío. No del vacío físico, ni del vacío existencial (aunque esté presente con toda su potencia subliminal cuando aparece el vacío representacional), sino del vacío en la obra artística, que con presencia intencionada o no, carga de sentido, incluso, a las formas que pretenden robarle su protagonismo.