Hablar de arte latinoamericano no designa una esencia ni un estilo, una materialidad ni un dispositivo, sino un recorte ideológico, sostenido por razones políticas, conveniencias históricas y eficacia metodológica, en tanto la categoría permite nombrar un espacio discursivamente construido, en el que se cruzan significaciones y propuestas resistentes a la mirada centralista, que tradicionalmente sostiene el proceso de desmantelamiento de las culturas originarias, la imposición violenta de un idioma y la discriminación de las producciones culturales autóctonas. En definitiva, el arte latinoamericano no define un concepto estilístico sino imaginario, complejo y sensible, que expresa la tensión identitaria de una región en el cruce, que no termina de definirse como tal.