La clínica con jóvenes me hizo reflexionar acerca de los llamados síntomas contemporáneos, y las dificultades que se nos presentan en el consultorio. La época nos confronta con subjetividades de lábiles nominaciones, sujetos desorientados con padecimientos que nada remiten a nada, no hay ficciones que sostengan un decir. Notamos como se pone en jaque la posibilidad de introducir un posible deslizamiento de la palabra, y con ello la instalación del sujeto supuesto saber. Más bien, uno se encuentra con un rechazo al saber inconsciente, un descreimiento del síntoma, y la dificultad para establecer un lazo transferencial. Los padecimientos que traen los sujetos son más del orden de la mostración, su cara de goce aparece en primera fila. Me pregunto acerca del consentimiento de un sujeto a que algo suceda en ese encuentro con un analista. Son pacientes que claramente no demandan un análisis, son traídos por familiares, o derivados por los dispositivos de salud, ya que lo que se pone en juego es la vida misma. ¿Es posible negarse al saber inconsciente? ¿Cómo abrir el campo de la creencia en el síntoma? ¿Cómo fundar un lugar Otro que permita la relación transferencial?