Una de las primeras cosas que se necesitan para dialogar es establecer un idioma común para entendernos. En el momento en el que se me invitó a las jornadas, coloqué como título la idea de pre-formar, re-formar, trans-formar y formarnos. Me escribió entonces una compañera para decirme que el título era un tanto críptico, que no se entendía, y tuve que aceptarlo. Había en mi pensamiento elementos de los que no daba cuenta con ese título, deseos de discusiones sobre esos tópicos, pero en los que andaba sola, porque aún no había dejado entrar a nadie. Dicho de otra manera: los temas que estaba pensando no estaban reflejados en esa forma de escritura. Esto es ejemplo de uno de los inconvenientes que suele suceder en la enseñanza: se presenta una distancia, una incomprensión entre el que enuncia y el que escucha. Esta distancia está constituida, entre otros elementos posibles, por ubicarse las personas en distintos punto de partida.