Cien años desde la muerte de un poeta es período suficiente para que su voz se disuelva en el silencio o para que su imagen se nimbe de perennidad. Y si reparamos en el interés que durante este siglo suscitaron la vida y la obra becquerianas, incitando a estudios que, como los de Carpintero, Díaz y Rica Brown, cambiaron la idea fácil y falsa de un ser atristado y un cantor sombrío por la del lírico español más sugerente de la última centuria; si advertimos cuánto la poesía posterior le debe en sus ritmos y tonos, deberemos concluir que estos cien años escucharon el voto de quien anheló “dormir el sueño de oro de la inmortalidad a orillas del Betis”.
La Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata ha querido, a través de su Instituto de Literaturas Neolatinas, sumarse con este volumen a las recordaciones que en todo el ámbito hispano se han dedicado a Bécquer en su centenario, reconociéndolo iniciador de la modernidad poética en lengua española, y quien avanzó, para usar palabras de Dámaso Alonso, por un camino inusual “de veladas cadencias, de tono menor, de la poesía desnuda, desembarazada en una forma libre, que roza un momento y huye, y quedan las cuerdas vibrando con un sonido armonioso”.
Las páginas que siguen procuran allegar, articulándolos en dos partes, los resultados de nuevas meditaciones sobre algunos aspectos de la creación becqueriana: los caracteres de su estilo y las líneas de su poética por una parte, y por la otra la honda repercusión de su acento en el dilatado ámbito del habla castellana —ya que, y debe lamentarse, su decir es casi ignorado en el resto del mundo, tal vez por intraducibie a fuerza de estar indisolublemente transfundido en el ritmo.