A lo largo de este trabajo se analizaron los contenidos del arte en producciones de diseño desarrolladas en el período 2014-2022, con la intención de indagar sobre las características del vínculo de la disciplina con las distintas acepciones de la categoría identidad. Una relación que se desarrolla de distintos modos. Por un lado, con la identidad como tema. Es decir, cuando se analizan proyectos de identidad institucional, de marca de lugar y de gestión estatal o pública encontramos que los rasgos de una empresa, un lugar —ciudad, región o país—, un Estado, un gobierno u otro tipo de forma de organización colectiva social y política son proyectados hacia el público en una búsqueda por diferenciarse, pero también por identificarse con distintos grupos de personas con el foco puesto en finalidades variadas: económicas, simbólicas, entre otras. Por otro lado, aunque relacionado con lo anterior, con el diseño incorporado en el ámbito productivo como parte de los procesos simbólicos que construyen el modo en que se perciben las distintas entidades que participan en la sociedad contemporánea. En esa acción el diseño parece construir identidad. Es decir, la identidad no existe y el diseño la crea. No obstante, si se considera que la identidad son las selecciones y los recortes, las construcciones, las configuraciones intelectuales e imaginarias que nuclean a determinados grupos de personas y los diferencian de otros y, por lo tanto, parece algo preexistente a lo que pueden hacer quienes diseñan, cabe preguntarse cuál es el rol de la disciplina en estos procesos.