Varios países de América Latina son escenario en los últimos quince años de intensos cambios socio-políticos y tecno-económicos impulsados por distintas corrientes de políticas, las cuales convergen ‒en principio y al menos desde un plano normativo‒ en una mayor presencia del Estado en la esfera social y la búsqueda de vías alternativas y/o innovadoras para el desarrollo. Algunos analistas señalan la pervivencia de un modelo dominante en el plano internacional orientado hacia la competitividad y la promoción de las capacidades científicas y tecnológicas junto con la reformulación de las agendas de políticas del área a nivel regional, a partir de la incorporación de la preocupación por la inclusión y/o bienestar social (Casas et al., 2014; Alzugray et al., 2011). En sintonía con este panorama, las actividades de investigación y desarrollo (I+D) en la Argentina recuperan en los últimos años su papel estratégico, a través de una sostenida e incremental inversión en el sector.