¿Qué significa tener un “CV normalizado” para entrar a trabajar en una institución escolar? ¿Desde qué “saberes disciplinares” nos leen a las lesbianas? ¿Cómo torcer lo instituyente desde cada acontecimiento educativo gestionado, compartido, abrazado? ¿Para qué cuidarnos con alcohol en gel si la violencia insalubre a los cuerpos también está hasta en cómo nos moldean los marcos normativos sociales? ¿Por qué tales niveles de control sobre nuestras prácticas desde los mecanismos verticalistas que estandarizan y “ordenan” según una escala tan desafectada y “desinfectada”? ¿Cuáles podrían ser las otras maneras “más epidérmicas y calientes” de escribir nuestra propia “carrera de vida”? ¿Hay espacio en los CV para quienes laburamos desde el activismo no sólo en las calles sino en las clases? ¿Cuánta de esa supuesta neutralidad normalizante canceló en las escuelas otras representaciones de cuerpos posibles? ¿Hay espacio para otra equidad sentimental que sea “más justa afectivamente” con quienes nos desmarcamos de la heteronorma? ¿Qué escrituras nos interpretan como celebración (incluso de la rabia) y no desde la victimización? Si la ESI no es contenido sino perspectiva, ¿cómo sería un CV atravesado por sus preguntas?