Aunque tamizada por la sofisticación de una Francia dieciochesca, lo que ya Arturo Marasso ha inventariado prolijamente poesía por poesía, Grecia, y también en menor medida Roma, vuelca sobre el raudal poético del vate nicaragüense la cornucopia de sus antigüedades siempre vivas. Así pueblan el mundo rubendariano de Prosas profanas, dioses, poetas, regiones, utensilios e instrumentos musicales, tanto helénicos como itálicos, además de nombres de ciudades, de héroes, de filósofos y de artistas plásticos.