En 1909 Rubén Darío, a la sazón Ministro de su país en Madrid, abandona esta ciudad y se traslada a París. Encuentra allí el clima espiritual propicio y el ocio necesario para el hacer poético. Mantiene, asimismo, su condición de corresponsal del diario La Nación, de Buenos Aires. El recuerdo de la Argentina, país que tanto amaba y al que tanto debía, y la circunstancia de aproximarse el centenario de la Revolución de Mayo, mueven su inspiración y su pluma para componer el Canto a la Argentina, publicado por primera vez en un volumen extraordinario de homenaje a aquella conmemoración, editado por el nombrado cotidiano.