Si bien, hoy en día, los usos más importantes de la cebada a nivel mundial son como forraje y para el malteado (Edney, 2010), desde épocas muy remotas la cebada se constituyó en un alimento para los hombres en distintas regiones del mundo (Baik & Ullrich, 2008), pero se convirtió en forraje o materia prima para la elaboración de cerveza debido a que el trigo y el arroz ganaron importancia (Newman & Newman, 2006). Aún en la actualidad, dado su valor nutricional, este cereal es consumido como un alimento básico en algunas zonas de África (al norte y al sur del Sahara), Asia central, y al sudoeste de Asia, como así también en la región andina de Ecuador, Perú y Bolivia (Kumar et al., 2020; Miralles et al., 2021). Estudios recientes han demostrado que la cebada tiene una calidad nutricional excelente para la salud del hombre y de los animales (Wood, 2007; Arcidiacono et al., 2019). Por ello, hay un interés renovado en EUA, Canadá y Europa por los usos alimenticios del grano de cebada (Baik & Ullrich, 2008). Por otro lado, el interés creciente en las energías renovables ha traído aparejado un uso modesto del grano de cebada para la producción de biocombustibles (Tricase et al., 2018).