Coüdet de Ginebra fué probablemente el primero en usar el iodo en el tratamiento del hipertiroidismo. Anteriormente se habían usado esponjas y al gas marinas quemadas y fué éste autor quien descubrió que el principio activo era el iodo, pués lo describe en sus memorias de 1820. Se piensa que lo usaba en el bocio endémico y también en hipertiroidismo, en los cuales obtenía sorprendentes reducciones y hasta la desaparición de los síntomas de la enfermedad* Plummer en el año 1923 comienza a usar el iodo en forma racional, obteniendo grandes resultados, sobre todo en el preoperatorio del hipertiroidismo.
La acción del iodo se ejerce sobre la glándula y no sobre la hormona tiroidea, pués el aumento de la concentración del iodo en sangre, altera la actividad de la glándula y nó la de la hormona circulante; ésto nos revela la falta de acción del iodo en las personas normales, a las cuales se les administra la hormona. La respuesta al iodo, cuando se hace en un bocio tóxico, al cual no se le ha hecho nunca dicha medicación, o bien que ha habido un lapso de varias semanas sin hacerlo, si se administra una dosis mínima, se produce una respuesta progresiva, que requiere un plazo de 10 días por lo menos para alcanzar su máxima intensidad. La respuesta sintomática, puede variar de una a otra persona, pero en general, es casi constante. Esta respuesta consiste en que ya a la primera dosis mejoran los síntomas generales de hipertiroidismo; así un enfermo hiperirritable se calma y hasta el psicópata retorna a la normalidad mental.