Los golpes de Estado fueron una característica central de las trayectorias históricas latinoamericanas durante el siglo XX. Los procesos democratizadores de finales de siglo parecieron marcar el final del golpismo en nuestra región. Sin embargo, a comienzos del siglo XXI se fue gestando un nuevo tipo de golpe de Estado con características y estrategias diferentes. Estos nuevos golpismos utilizaron instrumentos institucionales de la democracia o la república, intentando exhibir cierta legalidad en los actos mediante los cuales pretendieron sustituir a los poderes ejecutivos de los países de América Latina. Entendemos a estos procesos como golpes de Estado, ya que si bien no han instaurado un orden autoritario militar han violado la voluntad popular emergida de las elecciones libres celebradas oportunamente.
Ahora bien, como señala Passadore Tommasi (2019), estas nuevas modalidades de golpes vinieron a restituir una elite política, en íntima relación con la hegemonía neoliberal de los años 90 que había sido derrotada en el plano electoral. De esta forma generaron un descreimiento en la democracia acompañado de un clima de desmoralización social. Por ello, en el presente artículo nos proponemos observar la relación de las derechas latinoamericanas con el sistema democrático a partir de los golpes de Estado acontecidos en Brasil (2016) y en Bolivia (2019).