Ahora que la educación secundaria es obligatoria esto permite que estratos sociales más desfavorecidos tengan la posibilidad de acceder a estudios superiores. Y si bien el cambio hacia un ingreso no eliminatorio en las universidades públicas avanza un poco en este sentido hay que reconocer que no alcanza para asegurar automáticamente que estos sectores puedan cursar y terminar una carrera universitaria. Tal como lo plantea Ezcurra (2011), es posible que bajo la aparente inclusión, persistan elementos de lo que ella denomina "inclusión excluyente". Por su parte, Vincent Tinto, en el contexto de los Estados Unidos, ha reflexionado de manera análoga. Observaba cómo para los segmentos menos privilegiados de la sociedad, la experiencia universitaria a menudo se asemeja a una "puerta giratoria" (Tinto, 2005). Esto significa que, aunque puedan acceder inicialmente, enfrentan obstáculos que los conducen a abandonar los estudios prematuramente. En síntesis, tanto la perspectiva de Ezcurra sobre la "inclusión excluyente" como la analogía de la "puerta giratoria" planteada por Tinto subrayan la importancia de implementar políticas integrales que vayan más allá de la simple apertura de oportunidades. Estas políticas deben estar diseñadas para garantizar que los estudiantes de diversos orígenes no solo ingresen a las instituciones educativas superiores, sino que también puedan superar los desafíos que enfrentan durante su trayectoria académica y logren concluir exitosamente sus estudios. Esta complejidad se incrementa al considerar que dentro de este colectivo hay una población constantemente olvidada por el sistema educativo o mejor dicho relegada como son las personas con discapacidad (PcD) que muchas veces no son tenidas en cuenta por la sociedad en general como personas que quieren y pueden estudiar. Hoy en día las PcD pueden terminar la educación obligatoria y están habilitadas a estudiar en la universidad o instituciones terciarias.