Los avances tecnológicos han logrado reducir miles de kilómetros de distancia a un instante de comunicación. El creciente rol de los medios, capaces de transmitir noticias de sucesos en tiempo real, compite con la influencia de los aparatos de seguridad de los gobiernos. La teoría de que las guerras de nuestro tiempo dependen tanto de la envergadura tecnológica de los contrincantes como de la capacidad de influenciar a la opinión pública, encuentra en los hechos recientes de Iraq numerosos argumentos a favor. Esta guerra también puede considerarse como un conflicto entre una avanzada tecnología militar puesta al servicio de una doctrina de seguridad y la oposición popular mundial a esa estrategia política. Esta oposición se evidencia en fenómenos muy distintos e incluso contradictorios, destacándose: las redes terroristas globales –en ellas al-Qaeda es más un símbolo de identificación que una estructura operativa–; la revuelta latente entre los sectores populares del mundo islámico – es notoria la reacción ante la humillación permanente que perciben desde Occidente– y la opinión pública mundial, en particular en Europa y Estados Unidos, que puede movilizarse contra una guerra unilateral, realizada sin consenso de las Naciones Unidas. Estos son los verdaderos contrincantes en esta guerra. El principal campo de batalla son los medios de comunicación y entre sus objetivos figuran la justificación de las opiniones y decisiones de los Estados Parte en la contienda, la conquista de la opinión pública y la transmisión de la sensación de éxito para elevar la moral de los combatientes.