Sabemos que Occidente se ha fundado desde la exclusión. Esta es su falta: no asumir, para apropiarse, de aquello que le falta. El mecanismo defensivo de expulsión de lo diferente lo fue sumiendo en su destino semántico: la muerte como destitución, el ocaso como omisión. Si algo de lo extraño, o extranjero, permeó los filtros metafísicos fue solo para poder licuarse en el interior de su propio sistema como una parte de su fagocitosis. Hace muy poco tiempo que estamos tratando de abrir espacios libres para recibir lo extraño con cierta amabilidad, con alguna hospitalidad. En uno de esos espacios pretendimos instalarnos con esta tesis: como un modo de amable recepción y hospitalidad a un Oriente que adviene en forma de escritura. Consideramos a la escritura -la japonesa en particular- como acción, como actividad, pero también reflexionamos sobre el gesto escrito: es decir, la escritura como marca gráfica intencional, debatiéndose entre la técnica y el arte, como una marca individual-personal-singular de subjetividad.
Aunque esta tesis no es sobre o acerca-de Derrida, porque no es el tema, ni el autor objeto de esta investigación, esto no invalida que la tesis sea de tono “derrideano”; que en ella aparezcan claras alusiones, aplicación de teoría y conclusiones de sus reflexiones en cuanto a la escritura; pero también en cuanto al modo de recibir esa absoluta otredad que es Oriente.