La rotura de chorros líquidos en gotas ha atraído la atención de muchos científicos e ingenieros durante los últimos siglos. Se trata de un proceso en el que intervienen perturbaciones que crecen debido a una inestabilidad capilar mientras son advectadas por el flujo, hasta que se hacen lo suficientemente grandes como para provocar la rotura del chorro (Eggers, 2008). Este fenómeno se encuentra ampliamente en la vida cotidiana, ya sea en forma de un hilo de miel que cae por su propio peso o en un chorro de agua del grifo, así como en aplicaciones industriales. En este último ámbito, los chorros estirados son de interés debido a que permiten la producción de pequeñas gotas sin recurrir a inyectores de tamaño micrométrico que podrían obstruirse fácilmente. Se han desarrollado diferentes técnicas para su obtención, de las cuales el estiramiento gravitacional es la más simple y constituye el tema de este trabajo.