Como el resto de la literatura bellatiniana, "Un kafkafarabeuf" tiene como causa los problemas del cuerpo del otro y la aplicación de ciertas reglas que emergen para resguardarnos de su proximidad. Su frase inicial es “Se me rebeló el kafkafarabeuf” (9) y, en las líneas que siguen, se nos hace saber que hay un ser, el kafkafarabeuf, que sostiene una relación contractual de sumisión con esa voz que solemos conocer como “narrador”. En otras palabras, el nombre “kafkafarabeuf” indica cierta función que implica, dice el amo, “cumplir sin cuestionar la menor de mis exigencias” (17) que van desde asistirlo en el cuidado de los perros y la compra de medicamentos hasta los aspectos más tediosos de la labor de escritor, incluso el conocimiento de contraseñas y claves bancarias. También se nos informa sobre algunas de aquellas reglas contractuales: “Yo no debía regalarle nada, por ínfimo que sea” (9) o “Ninguno de los dos, ni los perros ni el kafkafarabeuf, podían relacionarse entre ellos a un grado mayor al amor que estaban en obligación de profesarme” (10). El cuerpo y las reglas, entonces, son las claves para leer este libro.