Fernando Martín Peña es una especie de estrella en el mundo del cine argentino. Lo notable es el lugar desde donde alcanzó esa categoría. Peña no es actor (aunque se lo pude ver en algunas películas) ni es director (aunque hizo un par de documentales sobre obras de Pino Solanas). Tampoco es crítico o productor.
Peña es, por sobre todas las cosas, un docente. Un docente tradicional desde la cátedra y los libros, y un docente diferente desde la programación de ciclos de cine, de festivales y de “Filmoteca, temas de cine”, el programa de televisión que lleva a todo el país una muestra de esa docencia. Docencia que se basa en el hecho de compartir películas, y contagiar el placer de ver cine, pero también el “saber” sobre cine. Una saber que en su caso suele poner el acento en lo histórico más que en lo puramente estético.
La mirada de Peña es la de un historiador, capaz de ubicar una película en su contexto y desarrollar desde ahí un análisis enriquecido por la erudición e iluminado por la inteligencia, pero siempre teñido de sensibilidad y de una cierta nostalgia. Nostalgia de una manera de ver cine como quien mira algo mágico y comparte esa magia con los demás.