Don Alfonso relataba la historia del amable kiosquero que atendía a los estudiantes de una escuela primaria. Su reputación de hombre bueno y afable era conocida por todos, pero ocultaba un secreto perturbador que nadie sospechaba. Aunque la comunidad confiaba en él, la astuta vecina Olava siempre tuvo sus dudas, sus ojos perspicaces traspasaban las apariencias. Olava no podía pasar por alto el persistente rumor que flotaba en el aire como una sombra ominosa: un olor nauseabundo proveniente del sótano de la tienda de Don Alfonso. Determinada a descubrir la verdad, inició su propia investigación, desentrañando los misterios que rodeaban al apacible kiosquero.El distintivo bigote con estilo de mostacho marcaba la apariencia de Don Alfonso, pero detrás de esa fachada se escondía más de lo que la comunidad podía imaginar. Al sonreír, revelaba un diente de oro, un detalle que añadía un toque de misterio a su persona.El cuento fusiona elementos sarcásticos y humorísticos, también agrega un toque de terror a la trama. La historia culminaba en un final que iba más allá de lo imaginado, revelando que la apariencia amable de Don Alfonso ocultaba un lado siniestro.