En las últimas décadas, algunas enfermedades infecciosas cuyos patógenos son transmitidos por vectores y que afectan al ser humano, han tenido un aumento muy preocupante en cuanto al número de casos registrados en nuestro país.
Sin embargo, a pesar de la tendencia ascendente, la inquietud de la población por esa enfermedad no solamente parece haber decaído, sino que las dos últimas epidemias parecen haber pasado casi inadvertidas.
Ello podría explicarse, al menos en parte, debido a la simultaneidad en 2020 con la pandemia de COVID19, con lo cual obviamente la atención estuvo puesta en esta última. En su momento, incluso, se habló del “dengue: una epidemia silenciosa”. En este escenario, una enfermedad de magnitud catastrófica provocó que otras resulten desatendidas, generando un gran desafío para los sistemas de salud pública. Es el efecto Andy Warhol, una situación que muchos epidemiólogos observan con una frecuencia cada vez mayor. Una de las frases más icónicas del fundador del pop-art fue “En el futuro, todos van a ser mundialmente famosos por 15 minutos”; en el caso de las enfermedades emergentes y reemergentes, la dinámica de las situaciones epidemiológicas plantea nuevos retos a las disciplinas científicas relacionadas con los vectores y los patógenos que transmiten.
¿Los brotes, epidemias y pandemias tendrán un breve momento de “fama” y se reemplazarán a un ritmo sin precedentes? Por supuesto, la dimensión de la pandemia por COVID19 justificó la poca repercusión del dengue, pero ¿cómo explicar la desatención de esa virosis por el conocimiento público en 2023?