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Las Enfermedades No Transmisibles (ENT), han ido en aumento con el correr de los años y son las causantes del 71% de las muertes prematuras a nivel mundial, por lo que implican un asunto de Salud Pública (1). Se las denomina como enfermedades crónicas, debido a su continuidad en el tiempo, siendo el resultado de la combinación de factores genético, fisiológicos, ambientales y conductuales. Las enfermedades cardiovasculares, respiratorias crónicas, el cáncer, la diabetes y la obesidad, forman parte de las ENT, las cuales se encuentran relacionadas entre sí, siendo en ocasiones cada una de ellas un factor de riesgo para padecer otra enfermedad, como sucede con la obesidad y el desarrollo de diabetes. La obesidad, es considerada un trastorno metabólico crónico, caracterizado por el aumento de peso corporal a expensas de tejido adiposo, con respecto al valor esperado en función del sexo, la talla y la edad. La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera que la obesidad constituye la pandemia del siglo XXI, siendo ésta una enfermedad multifactorial, producida por la interacción compleja entre factores genéticos y ambientales, dentro de los cuales se destaca la inactividad física y una alimentación desfavorable. A nivel mundial, la OMS ha señalado el aumento avasallante de la obesidad, desde 1975 las tasas de obesidad se han triplicado y han aumentado de manera significativa en niños y adolescentes. La Organización Panamericana de Salud (OPS) refiere que tanto el sobrepeso como la obesidad, han alcanzado proporciones de carácter epidémicas, la Región de las Américas muestra la prevalencia más alta, con un 62,5% de los adultos con sobrepeso u obesidad. La magnitud de las cifras a nivel nacional, replican el aumento significativo del sobrepeso y la obesidad, arrojando que más del 50% de la población adulta tiene exceso de peso, si se transforma este porcentaje en proporción se obtiene que: 6 de cada 10 adultos presentan exceso de peso. Las recomendaciones nutricionales dictadas por diferentes guías, tanto para la prevención como para el tratamiento de la obesidad, tienen como principal eje el de fomentar hábitos nutricionales saludables, un estilo de vida activo y enfatizan en la prevención del sobrepeso y la obesidad (2). Estas recomendaciones están dirigidas a la población general, teniendo en cuenta características epidemiológicas, sociales, económicas y culturales, pero dejando de lado factores sumamente importantes que se asocian directamente con el desarrollo de sobrepeso y obesidad como por ejemplo, factores ambientales, historial fisiopatológico, entre otros. A nivel internacional, la OMS sugiere limitar la ingesta de energía proveniente de la cantidad de grasa total y de azúcar, para prevenir el sobrepeso y la obesidad (3). En forma conjunta, la FAO y la OMS, idearon una serie de informes técnicos, los cuales están dirigidos principalmente a la prevención de ENT, enfatizando en la regeneración de un patrón de alimentación tradicional, el cual aporta un elevado consumo de verduras y frutas, como así también de cereales integrales (4). En Argentina, se pueden encontrar recomendaciones similares, que apuntan a aumentar la ingesta de frutas por día, haciendo hincapié en la reducción de porciones de alimentos y en la disminución del consumo de bebidas azucaradas (5). Por su parte, la Sociedad Argentina de Nutrición recalca como principal objetivo de un programa de tratamiento, la adopción de un estilo de vida saludable y físicamente activo, con un patrón de ingesta saludable y en los casos que corresponda, modificado según el vínculo con la comida (6). Por lo tanto, estos ejemplos de recomendaciones nutricionales para el tratamiento del sobrepeso y la obesidad, tanto de carácter internacional como nacional, sirven como punto de partida para el abordaje de dicha patología, aunque hasta el momento dejan de lado el carácter individual del paciente, ya que no incluyen factores como el ambiental, el fenotipo, la antropometría presente, el contexto en el que vive el individuo, el historial 8 fisiopatológico y el genotipo, los cuales influyen de manera directa en el desarrollo de esta enfermedad. En este sentido, la generación de nuevas tecnologías permite hallar respuestas a interrogantes poco comprendidos anteriormente, como es el caso de la genética de los individuos. La aplicación de ciertas técnicas de la biología molecular, sumada al éxito del Proyecto Genoma Humano ha iniciado una nueva era tanto en Medicina como en Nutrición (7). Mientras que los estudios de Asociación de Genoma Completo (GWAS, del inglés “genome wide association study”), han permitido identificar más de cien variantes genéticas que incrementan el riesgo de desarrollar obesidad, el conocimiento creciente entre la interacción de genes y moléculas implicadas en el desarrollo de esta enfermedad, permite divisar nuevas estrategias potencialmente útiles para la prevención y para el tratamiento de la misma (8). Los progresos mencionados con anterioridad, suponen una evolución en la forma de abordar la prevención y el tratamiento de la obesidad, tornándolos aún más específicos según la variabilidad genética individual. Los conceptos de nutrición y genética se entrelazan, dando como resultado la Genómica Nutricional, dentro de la cual, la Nutrigenética es quien se encarga de estudiar el efecto de la variación genética individual sobre la respuesta a la dieta (9). En la Nutrigenética se podrían asentar las bases de un nuevo paradigma en la nutrición, transformando las recomendaciones alimentarias poblacionales a una dieta personalizada a la “medida genética” (10),es decir, a una nutrición de precisión.